Los años vivenciados, la inquietud por el desarrollo laboral y el deseo de consolidar una familia fueron los motivos que llevaron a Alfredo Albarracín a escribir su historia en nuestra ciudad. En diálogo con Democracia, Albarracín, recordó la infancia y su llegada a Junín; repasó su formación en Buenos Aires; y brindó detalles de su desarrollo y consolidación como profesional.
Nativo de la provincia de San Juan, la familia Albarracín desembarcó en nuestra ciudad hace 54 años. “Mi abuela era de acá y así comencé. Hice la primaria y la secundaria en diversas escuelas privadas y estatales: pasé por la 24, el Marianista, el Industrial y el Nacional”, reseñó sobre su infancia.
Acerca de la labor de sus padres comentó: “Mi papá fue farmacéutico y mi mamá era farmacéutica y bioquímica. Vivíamos cerca del Club Argentino, por lo que, mi infancia se desarrolló entre Las Morochas y Moreno. He sido fiel con los clubes”.
“Desde el 96, soy médico del plantel de Argentino. Tenemos un servicio médico de 30 años con Gabriel Bezzozo que es el traumatólogo. Antes no te exigían, pero Argentino lo tiene históricamente como también cada jugador tiene su precompetitivo”, siguió.
Volviendo a su adolescencia juninense, Albarracín, valoró: “Se hacía mucho deporte como eran los intercolegiales pasando por vóley, básquet y fútbol. Íbamos a ver a las glorias del básquet de Junín en torneos multitudinarios. Otra época”.
Asimismo, como parte de la delicada coyuntura social en la que vivió, hizo referencia al contexto político al señalar que “me tocó la última dictadura militar en mi adolescencia y el advenimiento de la Democracia en la Facultad. Esto último fue algo hermoso porque explotó el Rock and Roll, Buenos Aires y la vida”.
Medicina y especialización
Precisamente, al cumplir los 18 años, Albarracín tenía en claro qué iba a seguir. Al respecto, contextualizó: “Mis padres tenían farmacia y no quise seguir con los negocios familiares porque no me gustaba. Me planteé ser médico sin mucho conocimiento”.
Acerca de su decisión fundamentó: “Veía el estilo de vida independiente y una idea de libertad en los médicos y me volqué por eso. Una vez que me metí en la carrera le pegué derecho. No tuve ni mandatos familiares, sino que fue una decisión personal con la idea fija de recibirme”.
“Era una situación de pensamiento de que no dudábamos en eso. Hablo en plural por mis compañeros y amigos. Marcelo Torres era muy cercano y hemos compartido algunas materias”, resaltó.
Sobre lo que significó el paso a la vida universitaria consideró: “No me costó la transición, pero sí el nivel porque tenías que pegar un salto en la calidad. Me llevaba mucho tiempo y me comía las horas”.
Y remarcó: “Medicina te absorbe mucho tiempo. Tenía compañeros que trabajaban y han hecho larga la carrera, pero era súper admirable porque no sé si hubiera podido. Era una combinación entre una carrera exigente y dura en una época muy autoritaria”.
Sin embargo, su vivencia no se agota allí, ya que, tras finalizar el período ordinario de formación, siguió con la residencia y la especialidad. Al respecto, señaló que “no sabía qué seguir y fue medio por descarte. Me quedé con cardiología y la hice en el Policlínico Bancario de La Paternal. Hice tres años de residencia y uno de jefatura”.
“La residencia fue algo hermoso y tengo los mejores recuerdos. De hecho, fue algo maravilloso porque se aprende mucho, se trabaja, se comparte y empezás a tener una vida distinta hasta ese momento. La que no tuviste en la carrera porque se hacen difíciles los tiempos libres”, analizó.
Al definir la carrera de medicina la calificó como “dura” y comparó: “Hoy las nuevas generaciones, y estoy convencido de esto que planteo, se enfocan mucho más en el tema económico, lo cual no me parece mal porque todos necesitamos vivir, pero se han olvidado de la importancia de la formación”.
“Suena a viejo pero lo puedo demostrar con hecho: no existe el mismo amor por la carrera. Volvería a hacer la residencia, pero la carrera no”, afirmó y agregó: “En paralelo a la residencia hacíamos un curso superior en la UBA, por lo que tengo dos títulos de cardiología”.
Asimismo, al abordar la figura del médico argentino en el mundo indicó: “No tenemos que envidiarle nada a nadie porque hay una gran formación acá. Nuestros médicos son muy buscados porque tenemos muy buen nivel. De hecho, ni Buenos Aires ni La Plata tiene nada que envidiarle a cualquier universidad del mundo”.
Dándole más entidad a su argumento ejemplificó: “Hay miles de médicos argentinos en los mejores lugares de Estados Unidos y no es casualidad: tiene que ver con años de formación y calidad. Argentina tuvo esa ventaja que hoy está complicada con las nuevas generaciones que tienen problemas para su formación”.
En torno a los cambios vivenciados entre generaciones, Albarracín, señaló: “El amor lo veo en lo diario: la relación con los pacientes y con los colegas, donde se ha roto ese amor que hoy ya no está. Es como que veo a los jóvenes apurados por un resarcimiento económico”.
“Es cierto que hubo una época de bonanza que transcurrió entre los 70 y 80, pero ya pasó y los tiempos cambiaron”, comentó y destacó: “Cumplí mi sueño de vivir de mi trabajo, ser independiente y tener mi consultorio. No tengo relación de dependencia, no tengo horarios y me manejo autónomamente. Hice lo que había pensado”.
Sin embargo, pese a los cambios registrados entre una época y otra señaló: “Me encantaría hacer la residencia hoy en este Buenos Aires. Está mucho más lindo que el de antes. El régimen es de 8 a 17 y vas sumando guardias semanales. Se vive trabajando, pero feliz. Así me pasó”.
Regreso a Junín
En lo que significó su regreso a nuestra localidad narró: “Mi jefe en Buenos Aires un día me dijo que me veía distinto las semanas que venía que otras. Me decía cuándo iba o no a Junín en función a mi estado de ánimo”.
“Tuve una primera entrevista laboral para volverme en la que no me trataron bien y justo me llaman de otra institución y me decidí. Así fue cómo en el 95 decido pegar la vuelta. En ese momento era el único cardiólogo y no me costó adaptarme porque era mi ciudad”, contó.
Así comenzó una carrera con un desarrollo exponencial que se extiende hasta el presente. Acerca de esto repasó: “En 2014 dejé IMEC tras llegar a ser director en la clínica. Ahí formábamos a cientos de residentes y fue un lugar de formación por excelencia. Salieron decenas de médicos que hoy son personas de renombre en Nación: oncólogos, flebólogos, traumatólogos, urólogos y anestesistas. Junín es muy formador”.
Y siguió: “También estuve en la formación médica en el Colegio de Médicos, donde ingresé para su construcción de la sede. Como yo había comandado la construcción de mi consultorio participé en el diseñó que se desarrolló. Fueron 12 años en la comisión directiva y me ocupaba de cursos de formación de cardiología y colaboraba con otros cursos.
Uno no termina nunca de estudiar porque todos los días aparecen cosas nuevas y es un ejemplo claro de que nuestra ciudad es un polo importante”.
Albarracín también hizo mención a su labor en la clínica de visión láser de Ariel Morro, con quien trabaja mancomunadamente desde hace varios años. “Es un lugar sumamente importante en la zona y una de las mejores en la provincia de Buenos Aires. Siempre trabajé en los mismos lugares y no he sido de cambiar”, comentó.
Como un último ítem vinculado a su desarrollo como profesional, haciendo uso de su lugar como palabra autorizada de la cardiología, esbozó una serie de recomendaciones a tener presentes para cualquier persona.
“Todo es prevenible y ahí radica la clave. La importancia de no fumar, hacer actividad física, los chequeos, una vida ordenada y plena. Eso son dudas es sinónimo de salud. Quien entiende lo colectivo más allá de lo individual es ser sano. Quien tiene tiempo para pensar en el otro es porque es una persona sana”, manifestó.
Cierre
Al abordar su trayectoria analizó: “Estoy conforme y he sido feliz. No he tenido grandes inconvenientes para trabajar y he desarrollado lo que pude. Hay mucho que se intentó y no se pudo: cosas y lugares de más renombre y no se dieron. Creo que he sido honesto, he trabajado en forma correcta, me manejo con la gente muy bien y no tengo inconvenientes”.
“Más allá de cualquier profesión lo que les diría es que piensen que es para muchos años lo que van a hacer. Que se vean haciendo la actividad”, reflexionó y compartió su experiencia: “Iba los domingos al hospital de Wilde y descubrí ahí la vocación. Me gustaba el trabajo de médico más allá de estudiarlo. Me levanto todos los días con ganas de ir a trabajar y quiero hacerlo hasta el último día”.
Finalmente, concluyó: “No te puede dejar de gustar escuchar a un paciente, ir al consultorio, hacer actividad sea cual sea: ingeniero, peluquero, herrero, médico u otra. Es clave sentir la profesión”.
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